1. Ayuda entre hermanas (7)


    Fecha: 25/09/2025, Categorías: Incesto Autor: PerseoRelatos, Fuente: TodoRelatos

    ... vello púbico perfectamente rasurado, un triángulo apenas visible; la cintura delgada, el vientre plano, los muslos gruesos y atléticos, el culo redondo y firme; las tetas perfectamente moldeadas para caber en la palma de una mano, los pezones duros y erguidos, color caramelo claro. Y la cara. La cara de mi hermana, mi mejor amiga y mi peor enemiga, con los ojos fijos en mi entrepierna, mirándome como si pudiera devorarme con la mirada.
    
    Me quedé quieta. No podía moverme. Todo el cuerpo me latía, especialmente la concha.
    
    Diana, en cambio, era puro movimiento.
    
    Me tomó de las manos, y sin decir nada, me arrancó la camiseta de una sola vez. Me besó el cuello, el lóbulo de la oreja, los hombros, bajando poco a poco, dejando una estela de saliva y deseo que me erizó la piel. Sus manos, tan firmes, tan seguras de lo que hacían, tomaron mi pantalón y lo terminaron de bajar junto con las bragas en un solo tirón. Yo solo alcancé a susurrar un “espera…” pero la palabra se disolvió en el aire.
    
    Me sentó en el borde de la cama. La misma cama donde mis padres habían cogido hacía media hora. La misma colcha aún tibia por sus cuerpos.
    
    Me tumbé de espaldas, con el culo sobre la colcha, y Diana se subió encima de mí.
    
    Sentí el peso de su cuerpo, la calidez de la piel, el olor a sudor y a sexo. Se puso a horcajadas sobre mi pecho. Luego se giró, con lo que su culo y su vagina estaba apuntando directamente a mi boca y su cabeza quedaba a la altura de mi vulva.
    
    —Espera… — ...
    ... susurré. — No sé cómo hacerlo.
    
    Ya tenía claras sus intenciones, pero temía decepcionarla.
    
    —Yo tampoco, sólo déjate llevar — soltó.
    
    Me encontré con la lengua de mi hermana hundiéndose, sin preámbulo ni advertencia, en el pliegue húmedo y caliente de mi sexo. El choque fue instantáneo; sentí la boca abrirse en respuesta, un gemido se me escapó y me retumbó en medio del pecho, haciendo vibrar la carne entera. La respiración se me hizo breve, rápida, como si acabara de subir corriendo veinte pisos de escalera.
    
    Diana no se detuvo. Su lengua era firme al principio, luego suave, luego resbaló en un arco perfecto rozando el clítoris con la punta y después con toda la superficie, como si estuviera pintando algo delicado y sagrado. Cada vez que lo hacía, mi cuerpo se arqueaba hacia arriba.
    
    No planeaba hacer nada. Ni siquiera sabía qué hacer. Pero el instinto es una cosa animal. Lenta, tímida, acerqué la boca a la hendidura perfecta, tan limpia y tan deseable que sólo verla me estremeció. Saqué la lengua, toque primero la piel suave de entre las piernas, después la hendidura, después el abismo de calor, y —casi sin quererlo— la punta de mi lengua encontró el sabor intenso de la carne mojada.
    
    Diana gimió. Un sonido sordo y grave, vibrante, que viajó desde su vientre hasta mi boca.
    
    Supe que estaba bien. Que estaba haciendo lo correcto. Así que lo repetí, primero apenas rozando con la lengua, luego lamiendo de arriba a abajo, luego explorando los pliegues internos, tan ...