1. La Promesa de Beckett – Capítulo 1 – Isla de noche


    Fecha: 29/09/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: Ericl, Fuente: SexoSinTabues30

    ... miedo la había inmovilizado del todo y ya no trataba de zafarse y simplemente se dejaba sodomizar.
    
    Isla sentía la aberración, cada centímetro lo era. El falo entraba con rudeza.
    
    Isla gritaba aunque su cuerpo estaba hecho trizas, aunque lo tuviera sobre su espalda como un animal, en el fondo de su vagina, Gregory la dominaba. Bombeando su exquisita vagina. El rabo entraba y salía en constantes y poderosas embestidas, cogiéndola con fuerza maliciosa. Entonces Isla comenzó a llorar sin remedio, gritando mucho y muy alto. Gregory no quería escucharla y uso su mano izquierda para taparle la boca. Retomo las violentas penetraciones a su presa, haciéndolo profundamente, hasta que sus pelos púbicos raspaban las enormes nalgas de Isla, que batallaba por respirar con la mano de Gregory en su boca mientras sentía su verga entrar y salir de su vagina.
    
    Isla comienza a sentir como corren por su interior chorros de semen, el semen de Gregory. La inundaron por dentro y ella así lo sintió
    
    Isla siente cuando Gregory la libera y con el movimiento sale una gran cantidad de semen de su interior que va a caer al piso, Isla usa todas sus fuerzas para darse la vuelta, lo mira, desafiante.
    
    —¡¿Eso fue todo?! —dijo con burla. Mientras las espesa esperma continuaba chorreándole en grumos blanquecinos
    
    —Así que la putita quiere más… jajaja —rio.
    
    —¡Hazlo de nuevo! Te reto —dijo Isla
    
    Gregory no lo sabía aún, pero en ese cuarto no era el único depredador.
    
    Solo el más ...
    ... confiado.
    
    Y el más condenado.
    
    La violó.
    
    Su crueldad era elaborada. Íntima. Sádica.
    
    Cada herida era un juego. Cada hematoma, una prueba.
    
    Isla pensó que moriría ahí.
    
    Pero también pensó en Beckett.
    
    En la promesa.
    
    Y en cómo, en el fondo, sabía que nadie iba a venir a salvarla.
    
    Así que esperó.
    
    Esperó el momento.
    
    •
    
    La última noche, Gregory se inclinó para hablarle al oído.
    
    —Tu hermana se agitaba mucho —susurró, con la voz húmeda y áspera—. Pero tú no. Tú eres especial.
    
    Fue en ese instante cuando Isla sintió que algo dentro de ella —algo que había estado esperando, agazapado— se encendía.
    
    La cinta de una de sus muñecas ya estaba floja. Llevaba horas frotándola contra un clavo mal puesto en la silla. Sus dedos estaban destrozados. Pero libres.
    
    Y con ellos, sacó lentamente el pedazo de vidrio que había ocultado entre los vendajes improvisados que él mismo le había hecho para que no muriera antes de tiempo.
    
    Gregory se inclinó más.
    
    —¿Quieres saber qué fue lo último que le dije?
    
    —Sí —susurró Isla, sin pestañear.
    
    Entonces lo hizo.
    
    Clavó el vidrio en su garganta.
    
    Una vez.
    
    Dos veces.
    
    Tres.
    
    Gregory cayó hacia atrás, las manos temblorosas cubriéndose el cuello como si intentara atrapar la sangre con los dedos.
    
    Isla se arrastró hasta él, con las costillas rotas, la cara hinchada, las piernas flacas como palos.
    
    Y lo miró.
    
    —Tú no le dijiste nada a mi hermana —dijo con una voz casi muerta—. Porque tú no eras un hombre.
    
    Eras ...