LNE (8). La forma del fango
Fecha: 30/09/2025,
Categorías:
Grandes Series,
Autor: Schizoid, Fuente: TodoRelatos
... Marisa, frotando una pomada de llantén, aloe vera y pétalos d de crisantemo. No tenía más titulación sanitaria que un curso de homeopatía por correspondencia y un par de libros de cristaloterapia, pero se consideraba “enfermera intuitiva”.
Luis, por su parte, corría en círculos gritando: “¡Atrapé un duende!” mientras sostenía un puñado de barro.
Lluvia le miraba con desconsuelo, mientras Martina le perseguía tratando de calmarle.
-¿Qué le pasa a este? – preguntó Marcos, sorprendido.
-Le estuve mostrando anfibios, ayer… - dijo Lluvia, compungida y expresión culpable – ¿Quién se iba a imaginar que iba a besar a todos esos sapos…?
-¿Se puso a besar sapos?
-Él los llamaba “sus hermanos tántricos bufónidos”.
-Madre de Dios…
-Posiblemente no fue buena idea que consumiese aquellas “puertas fractales de la percepción”.
-¿Te refieres a las setas que encontró Eduardo?
***
La mañana seguía avanzando, entre desayuno desordenado, cafetera que se rompía, yogures que se perdían misteriosamente, y padres que se preguntaban si acampar era realmente una buena idea, congratulándose de que estuviera llegando a su fin.
Pero en medio del caos, había conexiones. Miradas. Risas. Y algo más importante aún: la sensación de que, por un momento, todos se habían salido del guion habitual de sus vidas.
Y estaban improvisando.
Como en el teatro.
***
El autobús escolar rugía suavemente en su regreso, adentrándose en las curvas que separaban la zona de ...
... acampada del colegio. El interior iba en penumbra, salpicado de ronquidos infantiles, padres con la mirada perdida en el móvil, y alguna que otra conversación susurrada con grilletes de cansancio y falta de higiene.
César iba sentado en la penúltima fila, con Inés apoyada en su hombro, dormida. Respiraba con esa clase de paz que solo aparece tras una jornada de carreras por el monte, fregoteo colectivo y emociones cruzadas. Su coleta seguía torcida, pero había algo enternecedor en su expresión desarmada, como si por una vez hubiese soltado el control.
Él la miraba de reojo. No se atrevía a moverse. No por miedo a despertarla, sino por puro gusto de tenerla ahí, apoyada. Terminó por cerrar un momento los ojos, sonriendo para sí mismo.
Dos filas más adelante, Marisa observaba la escena con una mueca difícil de clasificar. No era del todo celos. Tampoco del todo fastidio. Quizá una mezcla. Lo cierto es que había tenido un día intenso, entre limpiar auras, organizar meriendas y competir, sin saberlo, en una olimpiada emocional. A su lado, Cristina rumiaba en silencio mientras miraba por la ventanilla, apoyando la cabeza contra el cristal.
—Ya está dormidita la jefa, ¿eh? —susurró Cristina, con tono ácido.
—Está cansada —respondió Marisa, forzando una sonrisa—. Cuidar el control del universo debe agotar bastante.
Cristina soltó una risa seca.
—A mí lo que me agota es ver cómo se inclina sobre su hombro como si fuera el asiento de un tren japonés.
—Oye, creo que es ...