Úrsula - Relatos Eróticos

Úrsula

... rematado yo durante la noche?

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Han pasado horas, no puedo dormir, no puedo dejar de atormentarme…

Pasos… ¿El carcelero? Sí… aparece con su antorcha. La pone en el soporte. Ve mi cara de pánico. Ni se inmuta. Deja caer el pan y rellena la jarra de agua. Yo señalo a Sancha. Su cuerpo está inmóvil, tumbado de lado, los ojos y la boca cerrados, su cara tenía una extraña expresión de paz.

El carcelero se acerca, la toca, le toma el pulso…

Vaya, ya está camino del infierno. Allí vivirá mejor que en este agujero.

Sin inmutarse la aparta de mí todo lo que le permite la cadena, la tumba boca abajo y la tapa completamente con su raída manta.

Estás de suerte, hoy tendrás ración doble de pan -dice mientras me deja caer otro mendrugo y recoge la jarra y el cubo de la infeliz Sancha.

¿Dónde la enterrarán?

Esta será su tumba…

¿Qué?, ¿Dejará que el cadáver se pudra ahí? El hombre se acerca a una esquina. No me había fijado ayer, hay un montón de lo que parecen huesos. El carcelero se acerca con lo que parece un cráneo. Lo deja en el suelo a mi lado.

Otro ladronzuelo, un antiguo prisionero, llevó al cuello tu mismo grillete, ahora será tu compañero de prisión.

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Me quedo sola, aterrada, siento como mi corazón primero se acelera hasta casi reventar y después parece pararse, tengo dificultad para respirar, mi cabeza no paran de circular ideas confusas a toda velocidad.

Sé que debo comer… Si no moriré antes. ...

... ¿Merece la pena intentar vivir por si un milagro me saca de aquí?, ¿Debería golpear mi cabeza contra la pared de piedra una y otra vez para terminar ya?

Cuando la luz de la antorcha empieza a bajar, algo se me enciende dentro y comienzo a comer a dentelladas y a consumir el agua a sorbitos. Mi instinto de conservación ha tomado el mando de mi cuerpo. Mi mente sigue noqueada.

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¡¡¡Qué!!! ¿Qué pasa? ¡¡¡Ayyy!!! Me había quedado dormida. ¿Cómo puedo dormir en esta situación? Hay luz. El carcelero me ha despertado. ¿Cuánto tiempo ha pasado?, ¿Ya trae la ración de mañana?

En pie -me dice.

¿Qué?

Algún milagro ha ocurrido a tu favor, vas a salir de la mazmorra.

¿Por qué?, ¿Para qué?

No lo sé, sólo cumplo órdenes.

Para mi sorpresa, el hombre retira el collar de mi cuello. Después, me da lo que debió ser un saco de grano. Hecho de tejido basto y áspero. Han hecho tres agujeros en el fondo del saco para convertirlo en una especie de camisón. Entiendo y me lo pongo como un vestido. El hombre me conduce de nuevo por los pasadizos. De nuevo, caminar con los grilletes es difícil. El camisón de arpillera es molesto, no me tapa en absoluto, a cada paso enseño la vulva por delante y las nalgas por detrás.

Llegamos a la cámara del verdugo. Con gestos autoritarios el hombre me conduce hacia un pequeño yunque. Allí hay un minúsculo cepo metálico. Dos tiras de metal planas y dobladas haciendo dos semicírculos, unidas por una bisagra. Me obliga a situar ...