1. Ciudad Caliente (1)


    Fecha: 18/12/2025, Categorías: Grandes Series, Autor: PerseoRelatos, Fuente: TodoRelatos

    ... —dijo Isabel—. No estamos acostumbrados a sitios tan elegantes.
    
    —Lo elegante es quien acompaña —replicó él, con una mirada fugaz.
    
    Alfonso se rió.
    
    La cuenta llegó, y Octavio la despachó con un simple movimiento de mano. Al salir del restaurante, la noche era un océano negro, y las farolas apenas delineaban las siluetas. Octavio se ofreció a pedirles un taxi, pero antes de despedirse, se volvió a Isabel y, en un gesto que no admitía réplica, le tomó la mano.
    
    El beso fue breve, medido, pero el calor de sus labios en el dorso de la mano subió como una descarga por el brazo y la columna de Isabel. Por un segundo, ella se olvidó de todo lo demás: de Alfonso, del restaurante, de la ciudad.
    
    —Ojalá nos reunamos pronto —dijo Octavio.
    
    Isabel sintió el rubor en las mejillas, asintió y prometió hacerlo.
    
    —Claro que sí, haremos algo pronto para usted y su hijo —dijo, la voz casi un susurro.
    
    —Por favor, Isabel y Alfonso, háblenme de tú.
    
    La pareja simplemente asintió con una sonrisa boba.
    
    El día de la fiesta improvisada el aire de Ciudad Caliente tenía la sequedad de una advertencia. Isabel, empeñada en la tarea de transformar la sala en un lugar acogedor, batallaba con los últimos metros de luces navideñas, enredadas como un nido de serpientes sobre su antebrazo. Cada vez que lograba desenredar una vuelta, otras dos se anudaban con sadismo matemático. Llevaba casi una hora luchando contra el cableado, la respiración entrecortada y el sudor dibujándole líneas ...
    ... brillantes en la frente.
    
    —No entiendo por qué nos torturas así —rezongó Constanza desde el respaldo del sofá, los brazos cruzados y el celular brillando a intervalos de notificaciones sordas—. Si ni siquiera conocemos a nadie.
    
    Isabel sonrió, esa sonrisa de madre entrenada para ignorar el veneno de los adolescentes, y continuó su labor.
    
    —Ya te dije que es una buena forma de conocer vecinos. Así funciona acá, hija.
    
    —Pero ¿para qué queremos conocerlos? —retrucó Constanza—. No son como en el campo, justo el problema con la ciudad es que nadie se interesa por nadie.
    
    Isabel no respondió. Se subió a un banquito, el pantalón le delineaba muy bien la carnosidad de los muslos, y empezó a colgar las luces entre dos clavos torcidos en la pared. Constanza la miró de reojo y, por un segundo, pensó en ofrecer ayuda, pero prefirió quedarse con el papel de espectadora sarcástica.
    
    En la mesa plegable, junto a la pared opuesta, reposaba una montaña de snacks baratos.
    
    Cuando Isabel terminó con las luces, se bajó con un salto y observó su obra.
    
    —Ahí está. ¿Ves? No hace falta dinero para que algo se vea lindo.
    
    Constanza se encogió de hombros.
    
    —Pero es que ni siquiera es navidad… — murmuró entre labios.
    
    Isabel la ignoró y fue a la cocina, donde aún tenía que vaciar dos cajas de vasos descartables y revisar si la cubetera había hecho suficiente hielo. A la distancia, Constanza alcanzaba a oír cómo su madre tarareaba una melodía pop del siglo pasado, el mismo tarareo que ...
«12...101112...20»