-
Ciudad Caliente (1)
Fecha: 18/12/2025, Categorías: Grandes Series, Autor: PerseoRelatos, Fuente: TodoRelatos
... diecinueve y yo, veinte. Lo hemos medido, por una apuesta. —Somos un grupo muy competitivo —añadió Marcos. Isabel se rió, con una mano en la frente. —Ay, dios, nunca escuché algo así —dijo, y aunque quiso restarle importancia, el tema quedó flotando en la sala como un perfume demasiado intenso. Aldo giró la botella. Esta vez apuntó a Isabel. —Reto —dijo Isabel, decidida a no ser menos. Aldo, ahora sí, tomó el mando. —Tienes que lamer sal de mi abdomen — dijo mientras se arremangaba la camisa y untaba un poco de limón en él, para luego esparcir un poco de sal. Un instante de indecisión. Isabel miró a Constanza, esperando una objeción, pero la hija solo rodó los ojos. Isabel se inclinó, primero con timidez, y luego, al ver que todos la animaban, se atrevió. Pasó la lengua desde la base de las costillas hasta el ombligo, despacio, como si limpiara una herida. La sal crujió bajo la lengua y el calor del cuerpo de Aldo le quemó la boca. Al terminar, todos aplaudieron. —Perfecto —dijo Aldo—. Ahora tienes que girar la botella. El círculo giraba cada vez más rápido, como si la urgencia sexual de los jugadores necesitara una resolución inmediata. Isabel El siguiente turno fue de Isabel, y la botella cayó en Constanza. —Voy a ser buena, hija —dijo Isabel, y la voz tenía un temblor de ternura—. Bailanos sexy, a todos. Constanza tragó saliva. —¿Qué qué? — dijo mitad escandalizada. —Ay, hija, es solo un juego, y tú fuiste la única que no ...
... bailó en toda la noche. Constanza le dedicó una mirada asesina a su madre y bufó, pero resignada, cumplió con la orden. Se levantó y, con la gracia de quien sabe exactamente lo que hace, empezó a mover la cadera al ritmo de la música. Primero despacio, luego más rápido. Sus nalgas se movían de forma hipnótica, mientras mantenía el torso estático, lo que hacía un efecto de torbellino auténtico. Las 3 vergas jóvenes pegaron un respingo en los pantalones de sus dueños. Incluso Isabel se estrujó las manos preguntándose, en qué momento su pequeña hija había aprendido eso. Finalmente terminó. No hacía falta más alcohol. El círculo de la botella era ya un vórtice de sudor, saliva y pulsiones latentes, los cuerpos pegoteados de calor y deseo. Cuando Constanza giró la botella otra vez, la suerte no pudo ser más certera: el pico apuntó a Aldo, que apenas se dignó a sonreír. —¿Verdad o reto? —preguntó Constanza, la voz más firme de lo que sentía por dentro. —Reto —dijo Aldo, ya sin la máscara de falso pudor. Constanza no lo pensó demasiado: —Sácatela, entonces. Demuéstranos que no mientes. El silencio fue total. Isabel se tapó la boca, entre divertida y escandalizada. —Ay, chicos, no es necesario —dijo, pero la voz carecía, como siempre, de toda autoridad real. Aldo se puso de pie con una parsimonia casi cruel. Aflojó el botón del jean, bajó el cierre y metió una mano a su pantalón. Por dentro, agradecía mucho que el castigo de Constanza hubiera sido así de ...