Albast.Capítulo 27 - Relatos Eróticos

Albast.Capítulo 27

... traspasarla, encontraron al primer nazi. Douglas lo supo por los dos apagados fogonazos; un pildorazo en el pecho y otro en la cabeza, aquel hijo puta no se volvería a levantar. En cuanto traspasaron el umbral y saltaron por encima del cadáver del soldado, se estremeció ligeramente. Las luces de emergencia teñían la piedra de color rojo sangre.

—Creo que nuestras chicas han creado una buena distracción. —le susurró Nadia al oído mientras se cubría tras una columna.

—Ya veo.

—Vamos, adelante, hay que aprovecharlo. —dijo Simmons guiando a sus hombres a los ascensores.

Se movieron con rapidez. Apenas se encontraron gente por los pasillos y los comandos apenas tuvieron que usar las Sten unas pocas veces. El equipo estaba bien engrasado. Se notaban las semanas de entrenamiento. Todo el mundo sabía lo que tenía que hacer. La gente de vanguardia se desplazaba en dirección a los ascensores, abatiendo a todo el que se cruzaba con ellos y seguía adelante, saltando por encima de los cuerpos. Los que venían por detrás se ocupaban de retirar los cuerpos y ocultarlos tras columnas o en rincones oscuros.

Dos minutos después, estaban llamando a los ascensores.

—Ya lo sabéis. —recordó Simmons— Dantry, tú con tu equipo al subnivel dieciocho, coloca las cargas y asegúrate de que los mutantes no podrán salir de ahí vivos. Caldwel, tu con los tuyos a los archivos. Recuperad todo lo que podáis y quemad el resto y Hopkins al subnivel de ingeniería. Lo mismo; recoged ...

... todo lo que podáis y quemad el resto.

—Úrsula y yo iremos con ellos. —dijo Nadia.

—Como quieras, camarada, pero no os despistéis, tenemos poco tiempo. Hopkins está al mando. Cuando diga que se ha acabado, le seguís arriba, sin rechistar.

Simmons no espero respuesta y se dirigió a Douglas.

—¿Y tú?

—Me quedo arriba, Tengo que asegurarme de que Hilde está bien. —dijo justo en el momento en que las puertas de los dos ascensores se abrían. Todos los hombres se volvieron con las armas listas, para darse de bruces con varias decenas de prisioneros de aspecto lamentable escoltados por una mujer bajita y atractiva que llevaba un MP 40.

—Alto, no disparéis, es Lotte. Está con nosotros. —advirtió Ursula.

—Hay que sacarlos de aquí. —dijo la joven con una sangre fría admirable— Son judíos, los matarán si se quedan.

—¡Mierda! ¡Joder! —exclamo Simmons mientras el segundo ascensor escupía otro grupo de prisioneros— Taylor, Jenkins, llevadlos a la entrada y dejadlos allí. Hablar con alguien del equipo de los barracones, que busquen otro par de camiones más. Nos los tendremos que llevar.

Mientras tanto, Douglas se giró hacia Lotte que estaba dando instrucciones a los comandos y les decía que no se acercasen al subnivel ocho.

—¿Sabes dónde está Hilde? —le preguntó Douglas.

—... Hay un mutante suelto en el subnivel 8. Los mantendrá ocupados un buen rato. Si mantenéis las puertas de los ascensores abiertas no lo tendrán fácil para salir de ahí... —¿Qué ...